Tu tatuaje, tus normas
Qué es normal que pase y qué no cuando te vas a tatuar.
Tatuarse es un proceso que puede llegar a ser muy íntimo; conocer a un/a tatuador/a, entablar una relación de trabajo, contarle un proyecto, dar feedback sobre el diseño y el mismo día del tatuaje, en el que, a veces, toca quitarse ropa o pasar muchas horas en un espacio reducido con alguien que no conoces muy bien son procesos únicos que no nos suelen tocar vivir diariamente a las personas que nos tatuamos. Algo que para los profesionales es el pan de cada día, para los que se van a poner debajo de la aguja es un momento muy especial.
De todas maneras, que el tatuador esté acostumbrado a tatuar y a tener cuerpos con más o menos ropa delante no quiere decir que todo esté permitido. Hay reglas y hay que respetar al cliente siempre y por encima de todo. La comodidad y los límites de la persona que se va a tatuar mandan.
Así, hay actuaciones que son poco profesionales y otras, directamente, denunciables. Como en cualquier procedimiento en el que entra en juego el contacto físico, el profesional debe respetar algunas normas básicas.
Hay que dejar claro que, a veces, un tatuador tiene que tocar más allá de la zona a tatuar para estirar la piel; si, digamos, tiene que tatuar los riñones, deberá estirar del glúteo hacia abajo para que luego el tatuaje no quede torcido. Lo mismo ocurre con los pechos; si la zona no es lo más plana y tensa posible, el resultado puede ser desastroso.
Eso sí, debe hacerlo con el máximo respeto, informando en todo momento de lo que hace, cómo y por qué, sin forzar ningún movimiento, sin ser brusco y, por descontado, sin tocar otros lugares que no sean los estrictamente necesarios para que el tatuaje salga perfecto. Si un tatuador se sobrepasa y te sientes incómoda tienes todo el derecho de pedir que, por favor, no toque más allá de lo necesario. Estás en el lugar de hacerlo. Si no te hace caso y sigue propasándose, eres libre de salir de la cabina, hablar con quien esté en recepción, pedir que se presente quien esté al cargo del lugar y exponer los hechos.
Por otra parte, tampoco te pueden pedir que te quites más ropa de la necesaria para tatuar; si te vas a tatuar la espalda, a no ser que se extienda justo en lugar de las tiras, no hace falta quitarse el sujetador en todas las ocasiones. Hay momentos y tatuajes que sí que van a requerirlo; el tatuador te explicará por qué. Es una cuestión de lógica pura; si ves que no hace falta, lo puedes decir en voz alta, expresar tus dudas al tatuador y escuchar su argumentación. Haz caso a tu intuición; el 99,9% de las ocasiones no ocurre nada que se le parezca a esto, pero algunas veces sí y es innegable que, debido al estatus de poder y superioridad que presumen tener algunos (pocos) tatuadores, lo utilizan como herramienta para hacer luz de gas.
Hablando de egos desmesurados, también es importante saber hasta dónde pueden llegar los tatuadores con su atención hacia ti. Recordemos siempre que la relación tatuador-cliente es justo esa; una relación comercial en la que se presta un servicio. No es normal que un tatuador te llame por teléfono a deshoras a no ser que sea una urgencia o tenga una duda existencial con tu diseño. No es normal que un tatuador te haga una videollamada sin venir a cuento para que le enseñes la zona a tatuar, ni te acose por redes, ni que te avasalle porque te ha visto desnuda. Tampoco te puede pedir una foto de la zona a tatuar si es comprometida, ni un desnudo, y si tienes que mandarla por algún motivo de tamaño o encaje, pixélala, por favor. No sería la primera vez que algunos tatuadores comparten esas fotos o las enseñan por ahí; mejor ser precavidas.
Si algo de esto ocurre y no te gusta, eres libre de cortar relaciones, no tatuarte, hablar con sus jefes (si tiene) o exigir que te devuelvan la fianza por trato poco profesional. Aquí también, no es no.
Lo mismo pasa con los comentarios sobre el cuerpo; que nadie, nunca, te diga que algo de tu físico está mal y menos alguien a quien le vas a servir de lienzo y al que le vas a pagar por un trabajo.
Crear un espacio seguro de tatuaje es imprescindible para que más gente se sienta atraída por este arte y menos tatuadores poco profesionales haya en el sector. Ser consciente de tus derechos como clienta es primordial para que la experiencia sea impecable; aquí, como en la calle, es tu cuerpo y son tus normas.