Tatuajes que no te den (ni te quiten) trabajo

No seamos inocentes; aún estamos lejos de ver a jueces, juezas, médicos o presidentxs de entidades financieras con tatuajes faciales. Simplemente, nos va a costar un par de generaciones más el llegar a ese nivel de normalización. Lo que está claro es una cosa: llegará.

Los tatuajes han sido una tradición ligada a la cultura popular de cada lugar, y quien dice cultura popular, también dice cultura pop. Pueblos como el maorí, el egipcio o el nativo americano han entendido el tatuaje y la modificación como parte de sus tradiciones desde tiempos ancestrales. Así es como desde el tan moderno Occidente miramos con asombro y fascinación a Nueva Zelanda y su ministra de Asuntos Exteriores, Nanaia Mahuta. La política y activista maorí decidió, en 2016, dar un paso importante: siguiendo la tradición ancestral maorí, se tatuó su moko kauae, el tatuaje facial sagrado de su pueblo. Sus labios son ahora negros y su barbilla luce un diseño tribal en honor a su, efectivamente, tribu. Este tatuaje que, tradicionalmente, marcaba el paso entre la niñez y la edad adulta, se lo hizo cuando se sintió segura de querer mostrárselo al mundo. “«Ha resultado muy interesante”, contaba en una entrevista. “La gente te mira de un modo diferente. Es un indicativo cultural y transmite con toda claridad, cuando estoy sentada en torno a una mesa, que represento determinado modo de pensar». Es inevitable pensar en el revuelo que causaría ver a José Manuel García-Margallo o Josep Borrell con uno así; sería fantástico. Dicho eso, Ayuso exhibe un tatuaje en honor a Depeche Mode en su antebrazo que saca a relucir de vez en cuando. Enjoy de silence, que le diríamos.

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En nuestra cultura europea occidental, los tatuajes eran cosa de marineros, gente que había pasado por prisión o legionarios hasta que nacieron las tribus urbanas y los rockeros, heavys y punks empezaron a pillarle el gustillo a hacerse todo tipo de tatuajes. De hecho, aún hoy te encuentras a gente que se escandaliza cuando ve a un/a médico tatuado, como si fuera una cosa de maleantes y vagos.

Nadie quiere perder su trabajo ni tener problemas en él por culpa de un tatuaje; necesitamos dinero para comer, vivir y, sobre todo, para más tatuajes, así que no es conveniente perder la principal fuente de ingresos. Por lo tanto, es inteligente idear bien la zona en la que vas a colocar tus tatuajes si por ellos crees que perderás autoridad, credibilidad o te pueden perjudicar; obviamente no debería ser así, pero, ahora mismo, a no ser que te dediques al trap o a ser tatuador/a, un helado en la cara puede costarte algún cliente.