Nacido en Barcelona y criado en el barrio del Carmelo, con 30 años de edad y más de doce años de oficio. Ya desde que Andrés recuerda, siempre ha estado pegado a un lápiz, y el tatuaje fue su camino natural. Le gusta jugar con las figuras humanas y sus rostros inspirándose sobre todo en los clásicos de la pintura. Con un estilo donde los tonos sepias inspiran la nostalgia.