Ya hemos repasado el proceso del tatuaje desde la idea y la realización; en este artículo hablaremos de la tercera parte del proceso, una muy importante para que el tatuaje luzca como debe en el futuro y le espere una vida larga y bonita. Efectivamente, la parte de curar un tatuaje es crucial para que todo el proceso sea un éxito:
11. Antes de salir del estudio de tatuaje con la pieza recién hecha y tapada, el/la tatuador debe explicar claramente y de manera sencilla cuáles son los consejos para curar el tatuaje. Es indispensable resolver todas las dudas y preguntas, además de pedir que coloquen elementos hipoalergénicos como esparadrapo, que puede provocar reacciones.
12. Normalmente, el plástico protector puesto por la persona que ha hecho el tatuaje deberá permanecer sin retirarse hasta la noche. El tatuaje recién hecho tiene la tendencia de “escupir” la tinta sobrante, de alguna manera, por lo que puede manchar. Cuando se quite el plástico puede dar una sensación como de dentera o grima; es normal, totalmente, hemos pasado por ahí. El primer día, y en un proceso a repetir durante la primera noche y el día siguiente a la realización del tatuaje, tres veces al día (idealmente, aunque si la pieza está en un lugar complicado o es muy grande, se comprende que se hará por la mañana y por la noche – mínimo), habrá que retirar el plástico, lavar el tatuaje con un jabón neutro, secar cuidadosamente y suave con papel de cocina, y volver a tapar. Si se necesita ayuda para lavar bien la pieza nueva, hay que pedirla.
13. Al segundo día, el plástico ya se puede dejar de lado; este momento se agradece de corazón. De aquí en adelante, el tatuaje debe seguir lavándose con cuidado pero una vez al día y se aplicará una crema hidratante (en el estudio de tatuaje te especificarán cuál es la mejor) para evitar que el tatuaje se descame tantas veces como unx se acuerde – cuantas más, mejor.
14. Al principio, el tatuaje se verá muy vivo, con unos colores muy potentes; con el tiempo, como las buenas obras de arte, irá evolucionando y adaptándose a la piel. Siempre hay que recordar que cuanto más alejado del sol y con más protección solar se cuide, mejor pasarán los años para nuestra pieza única.
Un poco de esfuerzo y constancia hacen que un tatuaje, que no deja de ser una herida abierta, se cure perfectamente y luzca precioso para siempre.